Mañana día 15 comienzo las clases del tercer año de
psicología.
Técnicamente las empiezo hoy, dado que son las dos de la
madrugada, pero como yo no creo en tales puntillismos me rebelo contra las
leyes de la lógica y de la ética temporal y proclamo que las clases las
empezaré mañana, dentro de 6 horas.
En dos semanas comenzaré también los estudios en la Escuela
de Psicoterapia de Valencia. No sé lo
que me encontraré allí pero ojalá sea duro. Algo en mí desea esa sensación
movilizadora, ese cambio, siempre a mejor, ese avanzar por el sendero pedregoso
y asceta del terapeuta.
He aprendido mucho estos dos años. Aprendizaje decisivo,
sobre los demás y un poco también sobre mí.
Gracias a dios, no soy tan imbécil cómo para no aprender
sobre mí.
Descubrí patrones que se repetían en mi vida, como guías
invisibles, trazando mi camino. Descubrí la traición, el dolor, la ironía.
Descubrí que una persona de la que siempre sospechaste que te traicionaría
finalmente te traiciona y duele tanto o más, las sospechas no sirvieron de
nada.
Desamparo, aunque sólo fuera por un momento. Desarraigo
propio y adquirido. Sentir en las carnes
que el dolor ajeno puede doler más que el propio.
Un constelador al cual estoy eternamente agradecido me
mostró uno de mis grandes miedos; el rechazo. Toda mi
vida se ha formado en torno a ese deseo de ser aceptado, ese impulso por
destacar. Esa falta de “yo” llenada con demasiado “Ellos”.
Ahora comprendo por qué cosas del pasado me hirieron tanto. Por
qué dediqué noches y noches a llorar una pérdida que otros hubieran soportado
en minutos. Por qué me duele el desdén de un “amigo” que tiene cosas mejores
que hacer más allá de mi compañía.
No me gusta la palabra “Amigo”. Es una palabra sin bordes
que se usa con demasiada promiscuidad. Siempre he preferido los sucedáneos;
Compañero, conocido, persona cercana…
Supongo (más bien espero) que es algo a lo que le pondré
cara en el transcurso de este año. Enfrentaré
cara a cara mi miedo y lo superaré, o bien aprenderé a convivir con él de una
manera más o menos pacífica.
Es probable que el dolor continúe ahí. Todas las personas
que me miraron a los ojos y me dieron la espalda seguirán ahí. Sin ir más lejos,
leo la entrada anterior a ésta y siento el mismo nudo en la garganta. Cambiaré,
pero no creo que olvide.
De una forma u otra, tendré que convivir en aquello en lo
que me convierta. Esto no es bueno ni es malo. Esto es simplemente cierto.
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