14 sept 2014

Sobre la amistad perdida y otros quehaceres.

Mañana día 15 comienzo las clases del tercer año de psicología.

Técnicamente las empiezo hoy, dado que son las dos de la madrugada, pero como yo no creo en tales puntillismos me rebelo contra las leyes de la lógica y de la ética temporal y proclamo que las clases las empezaré mañana, dentro de 6 horas.


En dos semanas comenzaré también los estudios en la Escuela de Psicoterapia de Valencia.  No sé lo que me encontraré allí pero ojalá sea duro. Algo en mí desea esa sensación movilizadora, ese cambio, siempre a mejor, ese avanzar por el sendero pedregoso y asceta del terapeuta.

He aprendido mucho estos dos años. Aprendizaje decisivo, sobre los demás y un poco también sobre mí.

Gracias a dios, no soy tan imbécil cómo para no aprender sobre mí.

Descubrí patrones que se repetían en mi vida, como guías invisibles, trazando mi camino. Descubrí la traición, el dolor, la ironía. Descubrí que una persona de la que siempre sospechaste que te traicionaría finalmente te traiciona y duele tanto o más, las sospechas no sirvieron de nada.  

Desamparo, aunque sólo fuera por un momento. Desarraigo propio y adquirido.  Sentir en las carnes que el dolor ajeno puede doler más que el propio.

Un constelador al cual estoy eternamente agradecido me mostró uno de mis grandes miedos; el rechazo.   Toda mi vida se ha formado en torno a ese deseo de ser aceptado, ese impulso por destacar. Esa falta de “yo” llenada con demasiado “Ellos”.

Ahora comprendo por qué cosas del pasado me hirieron tanto. Por qué dediqué noches y noches a llorar una pérdida que otros hubieran soportado en minutos. Por qué me duele el desdén de un “amigo” que tiene cosas mejores que hacer más allá de mi compañía.

No me gusta la palabra “Amigo”. Es una palabra sin bordes que se usa con demasiada promiscuidad. Siempre he preferido los sucedáneos; Compañero, conocido, persona cercana… 

Supongo (más bien espero) que es algo a lo que le pondré cara  en el transcurso de este año. Enfrentaré cara a cara mi miedo y lo superaré, o bien aprenderé a convivir con él de una manera más o menos pacífica.

Es probable que el dolor continúe ahí. Todas las personas que me miraron a los ojos y me dieron la espalda seguirán ahí. Sin ir más lejos, leo la entrada anterior a ésta y siento el mismo nudo en la garganta. Cambiaré, pero no creo que olvide.


De una forma u otra, tendré que convivir en aquello en lo que me convierta. Esto no es bueno ni es malo. Esto es simplemente cierto. 

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