10 nov 2013

Gracias Maestro

Una sabia persona solía decirme “Fran, los rituales son necesarios”, es algo que suscribo completamente.

En estos últimos días he pasado (y paso) por un momento complicado de mi vida, un momento que ha hecho que me replantee muchas cosas, de modo que me puse a pensar: ¿Cuál es mi ritual, cuando me encuentro herido?

Escribir, por supuesto, escribir.
No me atrevía a garabatear sobre ello, si bien es algo que sentía como propio y necesario.

No trazo estas líneas para reparar lo que ha ocurrido, sino para afrontar una pérdida.

Porque intentar arreglarlo llegado este punto es inútil, pensar que mis actos no tienen consecuencias es pueril. Hay cosas que una vez rotas no pueden arreglarse.

En el fondo estoy agradecido, porque de todo lo que podría haber perdido he perdido lo menos. Sin embargo, lo menos sigue siendo una enorme pérdida.

Podría calificar nuestra relación de “desigual”  ya que no creo que jamás llegáramos a considerarnos al mismo nivel.

En muchos aspectos él era el maestro. No tuvo problemas en ejercer ese rol de profesor, de consejero, del hermano mayor que nunca tuve, de persona que mira desde fuera sin juzgar.
 
A menudo era algo falto de tacto, de gustos refinados y habilidades más refinadas si cabe. Ejemplo de autosuperación, progreso y resilencia.

El interés que teníamos el uno por el otro se fue agotando por una de las partes. De modo que con el tiempo nuestro trato se deterioró en mayor o menor grado.

Pero tengo que entender que no todo el mundo hará alarde de la paciencia de la que yo uso. Al igual que estar dispuesto a perdonar no significa que se te perdonen tus faltas: la vida es justa pero no ecuánime.

De modo que este texto es una especie de despedida. Ojalá pueda recordarle siempre como una persona que me enseñó tanto y me influyó de forma decisiva. Cada dibujo y cada palabra escrita son un tributo a su persona, de su forma de ser, desde mi forma de ser.

Tal vez algún día encuentre consuelo al pensar que le perdí a él para no tener que perderlo todo. Tal vez esa fuera su última enseñanza.


Gracias, Maestro.

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