2 mar 2012

Silencio


En el más riguroso silencio, en cualquier parte de tu cuerpo, un conjunto de células trabajan febrilmente desempeñando sus funciones concretas, pueden contraerse o relajarse, pueden crear las más diversas sustancias y segregarlas al exterior, o pueden dividirse sin parar para regenerar a sus compañeras que se van perdiendo a lo largo de la vida.

Pero, en medio de esa marabunta de reacciones encadenadas, una célula, encasillada en su cuadradito de un par de micras cuadradas, decide no vivir más.
Con un pragmatismo horripilante, esa célula llega a la conclusión de que su tiempo de vida ha finalizado. Y se separa de sus vecinas, las células de alrededor, que hasta ahora habían sido fieles compañeras, y habían intercambiado multitud de sustancias con esta. No hacen sino continuar con lo que han hecho siempre, trabajar. Nadie interviene en este dramático proceso, nadie pide a esa célula que se replantee el significado de su existencia, pues su fin es algo programado.
Con un pragmatismo horripilante. La célula aislada comienza a arrugarse, a perder agua y volumen, y a perder su elegante forma, el núcleo, su identidad, su funcionalidad, su “cerebro”. La parte de esa célula que la ha guiado a lo largo de toda su vida, comienza a desmantelarse voluntariamente.  En un proceso metódico e inexorable, la propia célula desmantela pieza a pieza aquello que la hacía ser como era, el ADN en su interior es desmenuzado.  La célula, privada de todas las ordenes que venían suministradas con su ADN, simplemente degenera, se deshace en cuerpos apoptóticos, pequeñas gotitas de lo que antaño fue una eficiente célula trabajadora, que ha decidido dejar de vivir.
Lo más amargo de este proceso es el silencio, la quietud con lo que sucede, la quietud con la que aparentemente la célula se quita la vida de una forma atroz, la dramática forma en la que ese pequeño organismo inocente decide acabar con sus días, ya que, si muriera de otra forma, su contenido saldría al exterior y molestaría a las otras células, consciente de que ello, muere en silencio sin molestar a las demás.
Comparativamente, sería como si una persona se sentara apartado de todos los demás humanos, y se deshiciera de todos sus recuerdos, uno a uno, hasta quedar sin identidad, para luego desmontarse sin mediar palabra.
Riguroso es el silencio en el que se desmantela esa célula, y riguroso es el silencio en el que las células circundantes continúan trabajando. Hay otras células encargadas de deshacerse de esos residuos, sin que dañen a nadie, no es necesario alarmarse, es algo natural.
Pero mucho más chocante que eso, es reflexionar sobre ello en profundidad, una célula es un ser vivo por definición, ¿Cuántas células nos forman? ¿Cuántas células deciden dejar de vivir cada día, tansolo porque es lo mejor para que nosotros sigamos con vida? Entonces, ¿Cuántas diminutas vidas arrastramos a lo largo de nuestra vida? Ten siempre en mente, querido lector, cuantísimas vidas invisibles se sacrifican por ti, y haz que ese sacrificio sirva para algo grande. 

1 comentario:

  1. aplausos y ovaciones, silenciosos eso si para un joven pero prometedor escritor. Bravo!!!

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