28 abr 2013

Hablemos de colores


Este texto bien podría llamarse "otoño"  ya que tiene la misma finalidad que el texto con el mismo nombre, sin embargo, este otoño es tan distinto, tan extraño, tan surrealista, que me veo obligado a enfocarlo de otra manera.

Este texto no tendrá la amarga belleza de su antecesor, no hay moraleja, no hay redención, literalmente, no me hace ni puta gracia.

Volviendo al monólogo interior al que están acostumbrados mis lectores (si, los dos) diré que ahora mismo me encuentro en Villena.  Esta fría y vieja tierra tiene la habilidad atávica de hundirme la moral y hacer que  me sienta decaído a muchos niveles.

Hace frío,  frío físico porque el tiempo se ha vuelto loco y frío espiritual. Aquellos con suficiente confianza como para acercarse y preguntar a estas alturas ya sabrán de lo que estoy hablando. Me siento pesado, cansado, lento, detenido.

Soy consciente de que la vida tiene cursos y desniveles, soy consciente de que lo que un día fue primavera hoy es otoño, soy consciente de que el invierno llega cuando más cálidos nos sentimos. Pero es un ciclo tan manido, tan pesado, que el simple hecho de contemplarlo me llena de una pesadumbre y una frase viene a mi cabeza. "no, otra vez no".

Todo  lo que pude luchar lo he luchado, me entregué en cuerpo y alma a una causa que consideraba noble, pero que a la fin resultó ser algo tan vacío como lo está ahora mi espíritu. Porque podemos ser felices, pero no podemos arrastrar a los demás hacia la felicidad.

Puedo soportar sobre mis hombros el peso del mundo, puedo sufrir todos los pesares sin perder la sonrisa. Pero no puedo cargar con una ausencia.

Una vez mas, Fito y Fitipaldis suena de fondo mientras escribo.  Hay cosas que afortunadamente no cambian por mucho dolor que nos envuelva. Aquello que me sanó antaño espero que pueda sanarme ogaño. Volveré a refugiarme en mi mismo, volveré a llenar de letras las páginas de la autocompasión, volveré a pedir ayuda a antiguos amigos. Me siento afortunado, porque siempre hay panteras a las que se puede recurrir.

Maldigo a la ironía que nos muerde donde más nos duele, maldigo al destino cuando no nos permite elegir, maldigo a todos aquellos hombres y mujeres cuyo razonamiento escapa a la lógica, a las emociones o al puro azar.

Porque no hay más espectros  de los que se agolpan en el espacio entre tus sienes.  de qué sirven unas alas majestuosas, si no tienes la fuerza para siquiera mirar al cielo.  Porque no se puede luchar en la niebla. Son demasiadas cosas las que ignoras, y muchas las que crees a ciegas.

Porque preservar del daño es una mentira todavía más ruin que herir con conocimiento de causa, el que no se arriesga nunca gana. Porque en la pérdida hay una ganancia implícita. Porque el dolor es un axioma de la vida, y huir de él es simplemente morir.

Hubiera sido mucho más fácil de asimilar, si esta ausencia hubiera sido fruto de una meditación, de una reflexión o simplemente de un pensamiento maduro y racional. Pero no, tú lo viste escrito en los posos del té.

la próxima vez que las náyades, las dríades y los gnomos se reúnan en tu puerta. Háblales de mi, háblales de aquello que tuviste y dejaste, háblales de lo mucho que me amaste, tal vez por fortuna ellos te recuerden que yo sigo aquí, esperando. Porque el amor no es como una vela, que se apaga con un soplo ante las dificultades.

No estoy del todo seguro de si realmente siento lo que estoy diciendo, por que ahora mismo me embarga una sensación de rabia como no había conocido. Pero me haré cargo de mis palabras aunque en el futuro me pesen, porque aquel que tiene la fuerza para enfrentar sus errores, para anteponerse al mundo y hacer su voluntad, no necesita ni alas, ni hadas, ni colgarse escombros del cuello.

Rabia, no por el dolor. Rabia por encontrar que esta es una batalla en la que no se puede luchar, yo no puedo luchar por ti, y reitero. No puedo arrastrarte a la felicidad. yo no cerré ninguna puerta, sigo aquí, es lo que toca.

Podemos hablar de colores, si es lo que quieres. Porque tú te afanaste en teñirlo todo de rojo, para recordarte a ti mismo cosas que no se deben olvidar.

Pues bien, yo te recuerdo, que por mucha pintura, tu vida sigue siendo como una película de los hermanos Marx, de un lóbrego y triste tono gris.

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