12 may 2012

La Fiesta Nacional


Hoy el tema de la sobremesa de la comida familiar ha sido la tauromaquia, y al parecer yo soy el único díscolo en la familia que todavía conserva el lóbulo frontal intacto y ve las cosas como realmente son.
No voy a hablar de lo malos que son los toreros, que tras cada banderilla no hacen más que intentar disfrazar su miserable vida con un aura de hombría y virilidad que parece exclamar “oh, miradme, he matado a un animal que me triplica en peso y volumen, le he hecho sufrir mucho más de lo necesario, para que sepa quién manda” respecto a este raro espécimen de “artista”  tan solo citaré al psiquiatra Alan Felthous: “En gran parte, los estudios basados en el abuso animal y criminología adulta, muestran que las primeras instancias de crueldad hacia los animales tienen lugar temprano en la vida del maltratador” de modo que querido aprendiz de torero anónimo, 18 años, lleno de ilusiones y sueños. Ese toro que tienes bajo tu banderilla no tiene la culpa de que el desgraciado de tu padre volviera todos los viernes borracho a casa y te zurrara.
Pero este tema es poco mas que un lamento manido y monocorde, aunque lo comparto y lo defiendo. Mi ataque, rabioso e inmisericorde, va contra otro colectivo.
Escupo sobre ti, señor cincuentón, con las manos dentro de los bolsillos de tu pantalón de pana. Olor a rancio, a decadencia y a “Puritos Dux”. La cara redonda completamente roja por el vino y una panza que eclipsa tu cinturón de cuero marrón. Y también sobre ti,  sádico personajillo de cuarenta y tantos. Camisa arremangada y cruz de Caravaca colgando sobre tu cuello, Enorme reloj de pulsera dorado y aires de prepotencia que conversas animadamente con el primer individuo. Mientras contempláis el dantesco espectáculo.
Porque los verdaderos asesinos sois vosotros, autocomplacientes sádicos, grandísimos hipócritas que clamáis pos vuestros derechos cuando os tocan lo vuestro. Porque aunque vosotros no sostengáis jamás un capote durante vuestras cortas y malogradas vidas. Pagáis la entrada, pagáis el sueldo del torero. Y pagáis que la “Fiesta Nacional” siga avergonzando al resto del país.
Decir “cómplices” sería un eufemismo, sois responsables directos de la tragedia, una plaza de toros es un lugar donde se acumulan de media entre 10.000 y 20.000 asesinos, para perpetrar una de las injusticias más caras de la historia cometidas contra un animal.  Ninguno de vosotros, que os sentáis a contemplar, merecéis menos que la cornada que recibió “el Padilla” en la cara.
 Porque sois los perpetradores de una tradición malsana y degenerada, sois los matasanos que mantenéis con vida a uno de los mayores  engendros de la cultura española. Un engendro al que tendríamos que haber dejado morir a su suerte hace al menos 20 años.

Tan solo espero poder mirar a mi hijo a los ojos algún día (probablemente no antes de que este en el lecho de muerte) y decirle de forma sincera “estoy orgulloso de que hallas nacido en España, un país que por fin se ha civilizado y ha cambiado, y ya jamás caerá en los errores que se daban en la época de tu abuelo”.